Como quiera que estas obras nos llegan cargadas de citas y referencias, que son fundamentales para el entendimiento pleno de la serie, es preciso ahondar en esos instrumentos para poder tener un acercamiento más certero e inteligente a estos trabajos. Primero hay que reconocer que el artista hace un excelente manejo de lo referenciado y las aproximaciones fotográficas., de manera que las obras citadas permanecen distinguibles dentro del conjunto del en el nuevo cuadro.
Acostumbrados todos a la cita textual escrita ya sea literaria, social o política, nos resulta mucho más compleja cuando se efectúa en un contexto plástico. Aquí se hace imprescindible sustituir el entrecomillado por un carácter íntegro que la haga distinguible a pesar de su fragmentación o reducción a detalle, y que se mantenga su literalidad y lográndose contextualizar e integrar a las nuevas circunstancias, sin que parezca un parche o una aberración. Esta complejidad que planteamos la resuelve Pedro Ramón perfectamente en cada una de las obras de esta serie. Las citas o referencias tienen una diafanidad y una elocuencia tal, que le impiden sumergirse y esconderse en el nuevo medio en el que se insertan.
La citas, que por definición deben ser fragmentarias, puede parecer que en ocasiones se extralimita como referente. Este es el caso del tríptico de La guerra del fin del mundo, donde el segundo panel es una reproducción más o menos fiel de una obra de René Portocarrero. Sin embargo, esta cita - que en otro contexto se podría considerar exagerada - aquí se hace natural. La referencia habanera de Portocarrero, adulterada por el pastel gris de Pedro Ramón que inserta un monumental busto martiano, tiene un resultado perfectamente armonioso con los otros dos paneles del tríptico y mantiene su integridad, como una pieza con distinguible origen portocarreriano, aun siendo evidente que el maestro no intervino en su confección.
Es importante en este caso, que partiendo de la representación y de la nueva obra tríptica que nos presenta el artista, el original concreto al que el segundo panel hace referencia, resulta inconfundible.
En toda esta serie que se nos presenta, la cita y la referencia van mucho más allá de conectar con uno o varios pintores mediante el reconocimiento distinguible de sus obras. Quizás se trata de una deliberada intención de presentar otra historia de Cuba, distinta a la de los héroes y hechos trascendentales. Es el abrir el entendimiento a otros estímulos diferentes, donde se trazan historias, seguro más amables, que las citadas confrontaciones apocalípticas, se trata de referencias a la historia de la plástica cubana.
Los sociólogos, economistas y humanistas han encontrado infinidad de maneras para ampliar el concepto de historia e historias a planos diferentes de gobiernos, líderes políticos y confrontaciones sangrientas. Creo que en la serie subyace esa subtextualidad pictórica que parece reclamar espacios para otros prototipos de espiritualidad e historicidad. Sin embargo, el artista no es exhaustivo en sus referencias y citas. En más de 40 paneles hay una marcada preferencia por Raúl Martínez y por René Portocarrero sobre otros artistas también citados: Mario Carreño, Wilfredo Lam, Amelia Peláez, Antonio Prohias, Cundo Bermúdez, Manuel Mendive, etc. Esto es fácil de explicar, en el caso de Raúl por la proximidad conceptual entre la obra del maestro y las de Pedro Ramón. También debió influir, en este caso, la relación amistosa entre ambos artistas. Al igual que en esta serie, el trabajo de Raúl, tiene inspiración política y un sentido pictórico muy Pop, condiciones presentes en cada pieza de Pedro Ramón.
En la utilización de citas y referencias el artista se toma todas las libertades que estima convenientes con una sola limitación: que la obra y el pintor referenciado sean reconocibles y distinguibles dentro del nuevo trabajo. Así, como en For one brief shining moment, en el primer panel se realiza la aproximación fotográfica que excluye la figura del Comandante Camilo Cienfuegos y se inserta un nuevo partícipe: un Martí en mangas de camisa entre Fidel Castro y Huber Matos, el origen de las imágenes continúa siendo perfectamente reconocible.
En el segundo panel del tríptico El fin de la historia las imágenes de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Che Guevara son sustituidas, del referente Raúl Martínez, por las de Michael Gorbachev y José Martí. Aún así, la obra y el autor referenciados son perfectamente reconocibles y distinguibles dentro de su nuevo contexto.
Resulta apropiado resaltar que la conformación de esta serie no es, no podría de ninguna forma ser, el resultado de una agrupación posterior de un grupo de obras que el artista descubre afines. Pedro Ramón ya ha expresado que su visión inicial fue un tríptico que incluía un panel dedicado a Fulgencio Batista en el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, un segundo panel dedicado a Rafael García Bárcena y su asalto fallido al Cuartel de Columbia en la Habana en 1952, el primer intento armado por derrocar a Fulgencio Batista y un tercer panel dedicado a Fidel Castro y el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.
Realizados los trabajos sobre el 10 de marzo y el 26 de julio, se amplio el concepto, para cubrir la historia de Cuba más reciente, teniendo como hilo conductor la figura de José Martí, omnipresente en la conciencia y la acción de los cubanos por más de un siglo. De manera, que ésta serie fue conceptualizada, planeada y diseñada por Pedro Ramón en todos sus detalles con principio y fin preconcebidos y muy bien determinados. La serie tiene un carácter narrativo que la recorre en todas sus partes. Cada cuadro, cada panel está conectado con el siguiente, sin interrupciones literarias, no hay “flash backs”, no hay sueños ni extravíos. Es una narrativa cronológica clásica cargada de intertextualidad plástica y de erudición histórica.
Cada obra representa un hecho, un personaje o un acontecimiento trascendental de orden político y social, y va acompañada de referencias pictóricas también trascendentales. Esta conjunción de arte y política a veces parece una confrontación de opuestos, una lucha por lo eterno, lo trascendente, una competencia en la perdurabilidad. En algunos casos se hace ya evidente que la obra referida tendrá mayor vigencia que el hecho retratado.
En la selección acontecimientos que el artista mismo ha descrito como “hechos trascendentales desde 1933 hasta el 2008”, o sea 75 años en la historia nacional cubana, es muy probable que no se logre consenso entre los críticos, espectadores, historiadores e interesadas en los temas cubanos sobre la inclusión o ausencia apropiadas de hechos y personajes. Las selecciones estarán siempre dando motivos y razones para la controversia sobre estos trabajos.
Para muchos, quien escribe incluido, es sorprendente la exclusión de las figuras de Camilo Cienfuegos y Che Guevara de esta representación. Camilo Cienfuegos fue un icono emblemático, aunque admitimos que poco trascendente de los confines de la Isla; su celebridad y popularidad, acompañado de las controvertidas circunstancias de su muerte deben haber exigido su inclusión de ahí que su ausencia se haga muy notable.
Más sorprendente aún la ausencia de Che Guevara, quien quizás con la excepción de Fidel Castro, es la figura más paradigmatica, tanto nacional como internacionalmente, de la revolución cubana. Por ello, la ausencia del Che nos resulta inexplicable y más cuando escondidos por aquí o por allá encontramos a Guillermo Cabrera Infante, a José Pardo Llada dos veces, a Yasir Arafat, Charles Chaplin y hasta el expresidente español José María Aznar.
Hay otros hechos de gran trascendencia que no aparecen citados y lo merecen, en primer lugar las destituciones de Manuel Urrutia Lleó de la presidencia de la República y el enjuiciamiento y condena al Comandante Huber Matos de 20 años de cárcel. Estos hechos en su conjunto marcaron el momento indiscutible en que la opción de alternativas dentro de la gestión revolucionaria tuvo su fin. Fue la señal mas clara de que el proceso dejó de ser plural y se convirtió en la construcción – sin cuestionamientos ni discusiones - de una sola visión de país.
Desde luego, que cada uno de los espectadores de esta obra tendrá su propio entendimiento y visión sobre los hechos y personajes tanto incluidos como ausentes. Pero no se le puede exigir al artista, la exactitud en el relato histórico ya que no se trata de un texto obligatorio ni, hay una pretensión de homogenizar concepciones y entendimientos. Esta serie de hechos y personajes son, con toda certeza, los que el artista considera ineludible para presentar su propio entendimiento sobre estos 75 años de historia de Cuba.
Al valorar la selección es preciso reconocer lo que Pedro Ramón expresa, en la entrevista del periodista Luís González Ruisánchez, sobre su percepción de los acontecimientos históricos. Para Pedro Ramón la historia de los pueblos es interdependiente con la figura del personaje excepcional y aún en aquellas situaciones en las que el individuo juega un papel mucho menos importante que las circunstancias, él escoge al individuo para representar el hecho trascendental. Resulta evidente que el artista cree en el “hombre excepcional”, y no en las masas o las circunstancias, como el gran motor del acontecimiento histórico.
Para algunos trabajos las selecciones al ser más obvias serán __________ controversiales. En La historia me absolverá las fotografías escogidas para ambos paneles, el del 10 de marzo y el del 26 de julio, son de selección inevitable. En el panel del 10 de marzo, Batista con jacket de cuero y pistola a la cintura, celebra el triunfo en Columbia bajo un retrato de José Martí. En el panel del 26 de julio aparece Fidel Castro y un grupo de los asaltantes al Moncada mientras eran presentados a la prensa, aquí también bajo ese cuadro ineludible con la figura de José Martí.
Para la representación de cada uno de estos hechos, casi, que la única foto posible es la que elige el artista. Tambien su selección y su referencia del “ser excepcional” está más que justificada, pues sin el liderazgo de Fulgencio Batista y Fidel Castro ni el 10 de marzo ni el 26 de julio hubiesen tenido lugar. Ampliando el concepto, probablemente ninguno de estos acontecimientos hubiese ocurrido sin el suicidio previo de Eduardo Chibás. De ahí podemos afirmar, que en la gran mayoría de las obras de esta serie, el discurso argumental y el representativo del artista no marchan disparejos, sino que se acercan y a veces se confunden, dando sentido y fundamento a las mismas. Sin embargo, se percibe cierto acepticismo representacional que se explica por la intención del artista, argumentada de forma constante, de no interferir en el enjambre reflexivo del espectador, sino solo provocar esa reflexión y alejarse entonces para que sea el espectador quien articule o desarticule las imágenes en todo su universo contextual y así interprete y resuelva la obra y la historia a su manera.
Tampoco se nos deben escapar las autoreferencias de que parte el artista en la selección de hechos, pero sobre todo a la selección de los personajes que escoge para representar esos hechos. Aunque esta idea de autoreferencia no se limita a hechos y personajes, y se hace más notable cuando el artista recurre a su propia obra para conformar algunos de los multiples. Tal es el caso de La historia me absolverá, donde el segundo panel es un excelente trabajo que presenta a un Martí desacralizado con algunas notas de Andy Warhol y de El Greco. Es un tríptico de magnifica hechura y de fuerza contundente, donde las aproximaciones fotográficas, reiteramos, carecen de alternativa pero la cita pictográfica, tan fundamental en este tríptico por su aporte conceptual, es una clara autoreferencia del artista, en su visión de los hechos reflejados. En ella se presenta un Martí totalmente atípico donde la mano en el pecho del caballero hierático de El Greco se trastoca en un puño con revolver que nos recuerda al Elvis Presley de Andy Warhol.
El contexto conceptual del tríptico es muy elocuente, parece anunciar el facilismo evidente de la cubanidad poniendo en puño y cintura del poeta los mismos elementos de agresión y fuerza que serían de uso común en la república.
Estas autoreferencias que quizás permea la serie, de una u otra forma, e influyen en cada selección, se hacen patente en algunas obras en particular. ¿Puede la amistad del artista con Heberto Padilla o Eloy Gutiérrez Menoyo haber sido determinante en su inclusión y en la determinación de algunos hechos como trascendentales? ¿Fue la invasión trujillista un hecho trascendental? ¿Le justifica en esta serie La muerte del chivo ¿ ¿El hecho de que Pedro Ramón hubiese tenido ocasión de entrevistar a Carlos Prío, haber conocido personalmente a Porfirio Ramírez Ruiz, Rolando Cubela, Elizardo Sáchez, Huber Matos o José Miró Cardona, de alguna forma desvirtúa su selección o inclusión? Sabiéndole amigo cercano de José Pardo Llada y de Carlos Alberto Montaner, nos preguntamos para Socialismo o muerte ¿Era obligada la inclusión de José Pardo Llada en ese díptico? ¿Para Son de Cuba era Carlos Alberto Montaner la figura más idónea para el tríptico representa el exilio cubano?
Tenemos la sensación que ante estas autoreferencias, la obra lejos de sufrir por ello, se completa y culmina de forma tal que hace posible que estos trabajos pasen a convertirse en una gran obra de arte de principio a fin. Gana la obra de arte en esa visión vivida e inevitable del artista, como gana una gran obra literaria de las memorias, la formación y las experiencias de su autor. No sería posible realizar esta obra plástica histórica sin las vivencias y la visión propias que le permiten a Pedro Ramón el eliminar y escoger, las más de las veces con acierto, esos hechos y personajes trascendentales de entre otros muchos, que podrían haber sido seleccionados.
Precisamente, es por ese bagaje personal del artista que estos trabajos, desde la espectacularidad, logran conmover y provocar sin recurrir a la vulgaridad del truco o la manipulación. Es una gran obra, que intacta está destinada a nutrir la historia del arte cubano.
TITULOS
En los títulos hay claras apropiaciones a las titularidades de Luis Buñuel, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, T. H. White, Francis Fukuyama, Fidel Castro, The New York Times, Raúl Rivero, Heberto Padilla, etc. Estos títulos son tan notorios que no requieren de un espectador sumamente erudito para su comprensión, interpretación y conexión con el trabajo que las sustenta.
Acostumbrados todos a la cita textual escrita ya sea literaria, social o política, nos resulta mucho más compleja cuando se efectúa en un contexto plástico. Aquí se hace imprescindible sustituir el entrecomillado por un carácter íntegro que la haga distinguible a pesar de su fragmentación o reducción a detalle, y que se mantenga su literalidad y lográndose contextualizar e integrar a las nuevas circunstancias, sin que parezca un parche o una aberración. Esta complejidad que planteamos la resuelve Pedro Ramón perfectamente en cada una de las obras de esta serie. Las citas o referencias tienen una diafanidad y una elocuencia tal, que le impiden sumergirse y esconderse en el nuevo medio en el que se insertan.
La citas, que por definición deben ser fragmentarias, puede parecer que en ocasiones se extralimita como referente. Este es el caso del tríptico de La guerra del fin del mundo, donde el segundo panel es una reproducción más o menos fiel de una obra de René Portocarrero. Sin embargo, esta cita - que en otro contexto se podría considerar exagerada - aquí se hace natural. La referencia habanera de Portocarrero, adulterada por el pastel gris de Pedro Ramón que inserta un monumental busto martiano, tiene un resultado perfectamente armonioso con los otros dos paneles del tríptico y mantiene su integridad, como una pieza con distinguible origen portocarreriano, aun siendo evidente que el maestro no intervino en su confección.
Es importante en este caso, que partiendo de la representación y de la nueva obra tríptica que nos presenta el artista, el original concreto al que el segundo panel hace referencia, resulta inconfundible.
En toda esta serie que se nos presenta, la cita y la referencia van mucho más allá de conectar con uno o varios pintores mediante el reconocimiento distinguible de sus obras. Quizás se trata de una deliberada intención de presentar otra historia de Cuba, distinta a la de los héroes y hechos trascendentales. Es el abrir el entendimiento a otros estímulos diferentes, donde se trazan historias, seguro más amables, que las citadas confrontaciones apocalípticas, se trata de referencias a la historia de la plástica cubana.
Los sociólogos, economistas y humanistas han encontrado infinidad de maneras para ampliar el concepto de historia e historias a planos diferentes de gobiernos, líderes políticos y confrontaciones sangrientas. Creo que en la serie subyace esa subtextualidad pictórica que parece reclamar espacios para otros prototipos de espiritualidad e historicidad. Sin embargo, el artista no es exhaustivo en sus referencias y citas. En más de 40 paneles hay una marcada preferencia por Raúl Martínez y por René Portocarrero sobre otros artistas también citados: Mario Carreño, Wilfredo Lam, Amelia Peláez, Antonio Prohias, Cundo Bermúdez, Manuel Mendive, etc. Esto es fácil de explicar, en el caso de Raúl por la proximidad conceptual entre la obra del maestro y las de Pedro Ramón. También debió influir, en este caso, la relación amistosa entre ambos artistas. Al igual que en esta serie, el trabajo de Raúl, tiene inspiración política y un sentido pictórico muy Pop, condiciones presentes en cada pieza de Pedro Ramón.
En la utilización de citas y referencias el artista se toma todas las libertades que estima convenientes con una sola limitación: que la obra y el pintor referenciado sean reconocibles y distinguibles dentro del nuevo trabajo. Así, como en For one brief shining moment, en el primer panel se realiza la aproximación fotográfica que excluye la figura del Comandante Camilo Cienfuegos y se inserta un nuevo partícipe: un Martí en mangas de camisa entre Fidel Castro y Huber Matos, el origen de las imágenes continúa siendo perfectamente reconocible.
En el segundo panel del tríptico El fin de la historia las imágenes de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Che Guevara son sustituidas, del referente Raúl Martínez, por las de Michael Gorbachev y José Martí. Aún así, la obra y el autor referenciados son perfectamente reconocibles y distinguibles dentro de su nuevo contexto.
Resulta apropiado resaltar que la conformación de esta serie no es, no podría de ninguna forma ser, el resultado de una agrupación posterior de un grupo de obras que el artista descubre afines. Pedro Ramón ya ha expresado que su visión inicial fue un tríptico que incluía un panel dedicado a Fulgencio Batista en el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, un segundo panel dedicado a Rafael García Bárcena y su asalto fallido al Cuartel de Columbia en la Habana en 1952, el primer intento armado por derrocar a Fulgencio Batista y un tercer panel dedicado a Fidel Castro y el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.
Realizados los trabajos sobre el 10 de marzo y el 26 de julio, se amplio el concepto, para cubrir la historia de Cuba más reciente, teniendo como hilo conductor la figura de José Martí, omnipresente en la conciencia y la acción de los cubanos por más de un siglo. De manera, que ésta serie fue conceptualizada, planeada y diseñada por Pedro Ramón en todos sus detalles con principio y fin preconcebidos y muy bien determinados. La serie tiene un carácter narrativo que la recorre en todas sus partes. Cada cuadro, cada panel está conectado con el siguiente, sin interrupciones literarias, no hay “flash backs”, no hay sueños ni extravíos. Es una narrativa cronológica clásica cargada de intertextualidad plástica y de erudición histórica.
Cada obra representa un hecho, un personaje o un acontecimiento trascendental de orden político y social, y va acompañada de referencias pictóricas también trascendentales. Esta conjunción de arte y política a veces parece una confrontación de opuestos, una lucha por lo eterno, lo trascendente, una competencia en la perdurabilidad. En algunos casos se hace ya evidente que la obra referida tendrá mayor vigencia que el hecho retratado.
En la selección acontecimientos que el artista mismo ha descrito como “hechos trascendentales desde 1933 hasta el 2008”, o sea 75 años en la historia nacional cubana, es muy probable que no se logre consenso entre los críticos, espectadores, historiadores e interesadas en los temas cubanos sobre la inclusión o ausencia apropiadas de hechos y personajes. Las selecciones estarán siempre dando motivos y razones para la controversia sobre estos trabajos.
Para muchos, quien escribe incluido, es sorprendente la exclusión de las figuras de Camilo Cienfuegos y Che Guevara de esta representación. Camilo Cienfuegos fue un icono emblemático, aunque admitimos que poco trascendente de los confines de la Isla; su celebridad y popularidad, acompañado de las controvertidas circunstancias de su muerte deben haber exigido su inclusión de ahí que su ausencia se haga muy notable.
Más sorprendente aún la ausencia de Che Guevara, quien quizás con la excepción de Fidel Castro, es la figura más paradigmatica, tanto nacional como internacionalmente, de la revolución cubana. Por ello, la ausencia del Che nos resulta inexplicable y más cuando escondidos por aquí o por allá encontramos a Guillermo Cabrera Infante, a José Pardo Llada dos veces, a Yasir Arafat, Charles Chaplin y hasta el expresidente español José María Aznar.
Hay otros hechos de gran trascendencia que no aparecen citados y lo merecen, en primer lugar las destituciones de Manuel Urrutia Lleó de la presidencia de la República y el enjuiciamiento y condena al Comandante Huber Matos de 20 años de cárcel. Estos hechos en su conjunto marcaron el momento indiscutible en que la opción de alternativas dentro de la gestión revolucionaria tuvo su fin. Fue la señal mas clara de que el proceso dejó de ser plural y se convirtió en la construcción – sin cuestionamientos ni discusiones - de una sola visión de país.
Desde luego, que cada uno de los espectadores de esta obra tendrá su propio entendimiento y visión sobre los hechos y personajes tanto incluidos como ausentes. Pero no se le puede exigir al artista, la exactitud en el relato histórico ya que no se trata de un texto obligatorio ni, hay una pretensión de homogenizar concepciones y entendimientos. Esta serie de hechos y personajes son, con toda certeza, los que el artista considera ineludible para presentar su propio entendimiento sobre estos 75 años de historia de Cuba.
Al valorar la selección es preciso reconocer lo que Pedro Ramón expresa, en la entrevista del periodista Luís González Ruisánchez, sobre su percepción de los acontecimientos históricos. Para Pedro Ramón la historia de los pueblos es interdependiente con la figura del personaje excepcional y aún en aquellas situaciones en las que el individuo juega un papel mucho menos importante que las circunstancias, él escoge al individuo para representar el hecho trascendental. Resulta evidente que el artista cree en el “hombre excepcional”, y no en las masas o las circunstancias, como el gran motor del acontecimiento histórico.
Para algunos trabajos las selecciones al ser más obvias serán __________ controversiales. En La historia me absolverá las fotografías escogidas para ambos paneles, el del 10 de marzo y el del 26 de julio, son de selección inevitable. En el panel del 10 de marzo, Batista con jacket de cuero y pistola a la cintura, celebra el triunfo en Columbia bajo un retrato de José Martí. En el panel del 26 de julio aparece Fidel Castro y un grupo de los asaltantes al Moncada mientras eran presentados a la prensa, aquí también bajo ese cuadro ineludible con la figura de José Martí.
Para la representación de cada uno de estos hechos, casi, que la única foto posible es la que elige el artista. Tambien su selección y su referencia del “ser excepcional” está más que justificada, pues sin el liderazgo de Fulgencio Batista y Fidel Castro ni el 10 de marzo ni el 26 de julio hubiesen tenido lugar. Ampliando el concepto, probablemente ninguno de estos acontecimientos hubiese ocurrido sin el suicidio previo de Eduardo Chibás. De ahí podemos afirmar, que en la gran mayoría de las obras de esta serie, el discurso argumental y el representativo del artista no marchan disparejos, sino que se acercan y a veces se confunden, dando sentido y fundamento a las mismas. Sin embargo, se percibe cierto acepticismo representacional que se explica por la intención del artista, argumentada de forma constante, de no interferir en el enjambre reflexivo del espectador, sino solo provocar esa reflexión y alejarse entonces para que sea el espectador quien articule o desarticule las imágenes en todo su universo contextual y así interprete y resuelva la obra y la historia a su manera.
Tampoco se nos deben escapar las autoreferencias de que parte el artista en la selección de hechos, pero sobre todo a la selección de los personajes que escoge para representar esos hechos. Aunque esta idea de autoreferencia no se limita a hechos y personajes, y se hace más notable cuando el artista recurre a su propia obra para conformar algunos de los multiples. Tal es el caso de La historia me absolverá, donde el segundo panel es un excelente trabajo que presenta a un Martí desacralizado con algunas notas de Andy Warhol y de El Greco. Es un tríptico de magnifica hechura y de fuerza contundente, donde las aproximaciones fotográficas, reiteramos, carecen de alternativa pero la cita pictográfica, tan fundamental en este tríptico por su aporte conceptual, es una clara autoreferencia del artista, en su visión de los hechos reflejados. En ella se presenta un Martí totalmente atípico donde la mano en el pecho del caballero hierático de El Greco se trastoca en un puño con revolver que nos recuerda al Elvis Presley de Andy Warhol.
El contexto conceptual del tríptico es muy elocuente, parece anunciar el facilismo evidente de la cubanidad poniendo en puño y cintura del poeta los mismos elementos de agresión y fuerza que serían de uso común en la república.
Estas autoreferencias que quizás permea la serie, de una u otra forma, e influyen en cada selección, se hacen patente en algunas obras en particular. ¿Puede la amistad del artista con Heberto Padilla o Eloy Gutiérrez Menoyo haber sido determinante en su inclusión y en la determinación de algunos hechos como trascendentales? ¿Fue la invasión trujillista un hecho trascendental? ¿Le justifica en esta serie La muerte del chivo ¿ ¿El hecho de que Pedro Ramón hubiese tenido ocasión de entrevistar a Carlos Prío, haber conocido personalmente a Porfirio Ramírez Ruiz, Rolando Cubela, Elizardo Sáchez, Huber Matos o José Miró Cardona, de alguna forma desvirtúa su selección o inclusión? Sabiéndole amigo cercano de José Pardo Llada y de Carlos Alberto Montaner, nos preguntamos para Socialismo o muerte ¿Era obligada la inclusión de José Pardo Llada en ese díptico? ¿Para Son de Cuba era Carlos Alberto Montaner la figura más idónea para el tríptico representa el exilio cubano?
Tenemos la sensación que ante estas autoreferencias, la obra lejos de sufrir por ello, se completa y culmina de forma tal que hace posible que estos trabajos pasen a convertirse en una gran obra de arte de principio a fin. Gana la obra de arte en esa visión vivida e inevitable del artista, como gana una gran obra literaria de las memorias, la formación y las experiencias de su autor. No sería posible realizar esta obra plástica histórica sin las vivencias y la visión propias que le permiten a Pedro Ramón el eliminar y escoger, las más de las veces con acierto, esos hechos y personajes trascendentales de entre otros muchos, que podrían haber sido seleccionados.
Precisamente, es por ese bagaje personal del artista que estos trabajos, desde la espectacularidad, logran conmover y provocar sin recurrir a la vulgaridad del truco o la manipulación. Es una gran obra, que intacta está destinada a nutrir la historia del arte cubano.
TITULOS
En los títulos hay claras apropiaciones a las titularidades de Luis Buñuel, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, T. H. White, Francis Fukuyama, Fidel Castro, The New York Times, Raúl Rivero, Heberto Padilla, etc. Estos títulos son tan notorios que no requieren de un espectador sumamente erudito para su comprensión, interpretación y conexión con el trabajo que las sustenta.