La galería Alinka Arte Contemporáneo presentó en la ciudad de Santo Domingo una exposición de trabajos al pastel de Pedro Ramón López, sustentada en el 155 aniversario del natalicio del prócer cubano José Martí. Alinka conmemora ese aniversario con la exhibición de 55 obras, compuestas por 77 cuadros, que conjugan lenguajes y referencias, para mostrar una percepción post-moderna y una lectura inusual de la historia de Cuba contemporánea.
Por Luis G. Ruisánchez
Ciento cincuenta y cinco años después el mundo ha cambiado. Es como si aquellas trasformaciones geomorfológicas que sucedieron en la prehistoria, reconvirtiendo continentes, transformando islas en penínsulas, desapareciendo territorios, inventando mares y océanos, se hubieran repetido en solo siglo y medio. Pero aquella revolución inicial, ahora se transmuta a la conciencia de la humanidad, a la geopolítica, a la experiencia de vivir, taumaturga e inverosímil, de las últimas generaciones.
Ha sido un tiempo difícil del que solo se han salvado las grandes experiencias. José Martí es una de ellas.
Lo que Pedro Ramón López logra es justamente hacer confluir en 55 piezas la presencia martiana con el transcurso vertiginoso de la historia de Cuba. Es el antecedente ineludible de la herencia de José Martí en cada instante trascendental de la historia cubana, a la vez que lo coloca bajo las apariencias más insólitas asociadas a la otra historia, la universal, desde El Greco hasta Andy Warhol, asumiendo los riesgos de dinamitar las convenciones, la mirada santurrona que suele echarse sobre los próceres, la acepción usual que canoniza a los héroes.
No deja de ser un riesgo que López ha asumido con la insolencia dócil que lo caracteriza. De hecho, las 55 obras desbordan el marco usual de las vanguardias, los ismos y las etiquetas actuales, los preceptos académicos y los más atrevidos, para sumarse al lenguaje contemporáneo de las comunicaciones, una contaminación de modos y formas en las que se conjugan con éxito los recursos del cartel, el pop-art, las obras maestras universales y las evocaciones de iconos de la pintura cubana del siglo XX, con las referencias del acontecer histórico, testimonial y literario a la vez.
¿Cuántas lecturas tiene esta exposición? Un viejo refrán asegura que “las cosas son del color del cristal con que se miran”. Basta una conversación con Pedro Ramón López para explicarnos, o confundir aún más, algunas cosas.
L. G. Ruisánchez: Hay dos vertientes muy definidas que hacen el todo, son como dos caminos que parte de un mismo eje central, que es José Martí, pero ambas a su vez, se identifican mutuamente y se diferencian. ¿Cuál es, estructuralmente, tu propuesta?
Pedro Ramón López: Esta exposición, realizada toda en pastel sobre papel y cartulina, conmemora, con dos series notablemente diferentes, el 55 aniversario del natalicio de José Martí. La primera es “Martí personalísimo”, en la que asumo la figura de Martí en un estilo mío, muy libre a veces, otras al estilo de maestros consagrados del arte universal y cubano. Martí se introduce en los contextos pictóricos de El Greco, Picasso, Schiele, Ensor, Van Gogh, Dix, Botero, Warhol, Lichtestein, Carreño, Amelia, Mijares, Portocarrero y Lam, entre otros. Y en actitudes que van desde las más hieráticas y solemnes, hasta las más pícaras y juguetonas. Es ese Martí muy conocido por unos y olvidado por otros, que plantea sin matices “una Cuba con todos y para el bien de todos”.
LGR: Pero hay detrás de cada intención estilística una carga conceptual.
PRL: Aquí la carga conceptual está en la serie en sí más que en la recreación de cada pieza. Es un Martí que representa la diversidad dentro de la universalidad, por eso las apropiaciones pictóricas no se limitan al arte cubano o latinoamericano, sino que se expanden para incidir en lo universal. Me gusta pensar que esta serie está dentro de la idea que Martí definió como “arte personalísimo”, concepto que argumentó al decir: “El arte no puede, lo afirmo en términos absolutos, ser realista. Pierde lo bello: lo personal. Queda obligado a lo imitativo: lo reflejado. De aquí dos clases de arte, que ninguna estética separe, y que no deben andar unidos, porque aunque deben unirse en el medio, no provienen del mismo origen, ni tienen el mismo objeto: Artes pláticas que reproducen. Artes personalísimas que crean”.
LGR: Si esta primera serie tiene su carga conceptual en el todo, ¿es la segunda serie lo contrario?
PRL: La segunda la titulo “Cuba y Martí: en el ojo del huracán”, en ella echo mano al Apóstol para recorrer la historia de Cuba. Martí nace en 1853 y ya desde muy temprana edad se hace referencia obligada en todo el acontecer cubano. Primero es referente en vida y después de su muerte se convierte en la figura omnipresente en el acontecer republicano. En los albores de los años 20 del siglo pasado ya se enarbola su presencia en la política cotidiana de la nación, y así sigue sucediendo en todo ese siglo y llega al XXI.
La idea de este trabajo se inicia con lo que iba a ser solo un tríptico sobre una fecha memorable en la historia cubana, que fue el golpe de estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952. Está basado en una foto testimonial donde aparece el general golpista con pistola a la cintura y una foto de Martí al fondo; la segunda foto es de Fidel Castro y sus compañeros atacantes al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, cuando los militares presentan a la prensa a Fidel y los demás sobrevivientes y prisioneros, con la foto de Martí también al fondo. Una tercera foto tiene al líder estudiantil José Antonio Echeverría en la Universidad de La Habana, días antes del ataque al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1955, con una escultura de José Martí como fondo.
Esta tres fotos se relacionaron con la de un grupo de cubano comunes que en mayo de 2007 redactaron y circularon la “Carta de Santo Domingo”, que hacía referencia a una serie de derechos cotidianos obnubilados en Cuba y que se fundamenta y concluye en el precepto martiano de “una Cuba con todos y para el bien de todos”. Como ves, la presencia martiana no se reduce a la foto testimonial de una época, sino que se convierte en una presencia reiterada. Es la clave que dio origen a toda la serie. Partí de la aproximación a una foto testimonial del hecho para reconcebirla plásticamente con una misma técnica y en una gama de colores grises y planos, sustentada en un soporte colorido en referencia a obras características de los maestros de la pintura cubana en el período de 1933 a 2008. El resultado es 75 años de historia cubana en 55 cuadros.
LGR: Hay una fuerte carga histórica en toda la exposición, ¿su contemplación exige una referencia teórica o es suficiente asumirla como forma estética?
PRL: Con el arte moderno y el postmodernismo, el debate entre la forma y el contenido como esencia y razón de la factura y la creación artística, ha terminado. Por fortuna, hoy no hay una cualidad determinante en el juicio crítico que separe forma y contenido, todo depende de la preferencia del realizador como razón de su trabajo y medio de comunicación. El siglo pasado se caracterizó por un arte abundantemente político que mostraba habitualmente un tono crítico. Esa característica ha desatado censuras y represalias. Estos trabajos, que no son claramente críticos y que aspiran a la neutralidad visual, probablemente no puedan ser expuestos en tranquilidad y sin ausencia de controversias en un ámbito donde prime lo cubano.
Yo creo que mi exposición precisa de cierto conocimiento de los temas cubanos en los últimos años para apreciarlos como lo que son: trabajos artísticos de comunicación política e histórica. El sociólogo francés Pierre Bordieu descubrió que la preferencia y la apreciación artística tienen un importante vínculo con la clase socio-económica y, sobre todo, con el acervo cultural del apreciante. La aceptación y apreciación de estos trabajos requieren de una aproximación cultural entre el realizador y el espectador. La apreciación artística precisa del conocimiento del contexto, de la cultura y, en este caso específico, de la historia, porque requiere un contacto intelectual con la idea y el concepto que genera el trabajo final.
LGR: Entonces, la exposición precisa de una presentación multilingüística. ¿Has convocado otros recursos que trascienden lo meramente expositivo y complementan el hecho visual?
PRL: La idea se complementa con los textos en prosa de Jose Marti que se incorporan a los hechos narrados, hay, además, una explicación textual de cada cuadro, un ciclo de conferencias dictadas durante la exposición y como parte de su concepción global, un catálogo amplio que recoge los cuadros, los textos, notas crítica y conferencias, y esta minuciosa entrevista que me realizas. Pero su verdadera esencia está en la interpretación que cada espectador hará de la exposición. Me permito aclarar que no intento presentar una colección martiana/histórica con la intención de imponer criterios o sesgar la reflexión sobre los hechos; por el contrario, trato de presentar un trabajo que por sí mismo pueda conducir a más de una interpretación posible.
LGR: Definamos algo, ¿arte conceptual?
PRL: Creo que mi trabajo cabe en el espacio artístico del conceptualismo y quizás, calificándolo más precisamente, en el conceptualismo crítico. En ambos es imprescindible tener en cuenta la idea que los fundamenta, así como seleccionar el tema, investigarlo, escoger el medio y presentarlo mediante un objeto o artefacto clásico: lienzo, papel, cartón, etc. Mis trabajos no encajan dentro del conceptualismo radical que intenta abolir el objeto o el medio de expresión para reducirlo todo a la idea detrás de la obra. En estos trabajos el protagonista es la idea y su presentación al público con soportes pictóricos y lingüísticos donde lo que prevalece es la comunicación de las ideas, más que el simple goce estético del objeto de arte, la reflexión intelectual más que el disfrute único de la forma y el color.
LGR: Visto así, se me antoja otra disyuntiva, ¿pintor o artista?
PRL: Eso definiría a la persona por la actividad que realiza y esa es una de las pocas cosas en que coindico con Carlos Marx y Federico Engels. En su Ideología alemana afirmaron que en la edad de la utopía, en ese momento post-histórico en el que ya han cesado los conflictos de clase, el ser humano no tendría que reducirse a una sola esfera de su vida activa. Parafraseándolos, se podría pescar en las mañanas, cazar en las tardes y hacer crítica de arte en las noches sin que eso convierta al individuo en pescador, cazador o crítico de arte. Cuando me hablan de artista u oigo hablar de una “obra de arte”, intuyo que esos términos han pasado a ser sinónimos de exquisitez personal y de “obra maestra”, dándole una connotación de esplendor que no siempre tienen el trabajo plástico o su realizador. Yo prefiero entender lo que hago como “trabajos de arte” aunque debo aceptar que en el significado semántico formal, hay muy pocas diferencias.
LGR: Pero tu vida se ha balanceado desde la actividad empresarial hasta la de comunicador. ¿Es que has buscado en varios lenguajes la consolidación de tus intereses o es que insistes en ese precepto marxista que me citas?
PRL: Creo que mi vida es todo eso, una multiplicidad de intereses, de oficios y aun de profesiones, lo que hace extremadamente difícil el encasillamiento ocupacional. Pinto sin que necesariamente me considere pintor y hago trabajos artísticos (creo) sin que eso me lleve a entenderme como artista. He realizado muchas labores, desde las más pedestres hasta algunas muy encumbradas socialmente, pero si lo que se busca es encontrar un hilo conductor de vida para identificarnos más fácilmente, podría contestarte, finalmente, que soy un comunicador. En Cuba, de niño, hice radio en el programa estudiantil del 26 de julio, en Estados Unidos hice radio y televisión y en República Dominicana he estado en la comunicación a través de los programas de TV Metrópolis y Mente Abierta. Además, he escrito ocasionalmente columnas de opinión en periódicos y revistas durante casi cuarenta años. De ahí que esta incursión en la plástica como medio de expresión sea solo una nueva experiencia comunicacional dentro de la órbita de mis intereses fundamentales, que son la historia, la política, la plástica y la literatura; de todo eso me valgo y es exactamente lo que presento en esta exhibición:
LGR: Frente a tu exposición, las alternativas se entrelazan y dan origen a otras. No hay casilla que etiquete el todo que pretendes y eso me gusta en la medida en que creo en un arte que trasciende las formas y los conceptos, y mucho más las etiquetas. Bajo las reglas de un mundo que va perdiendo más fronteras cada día, ¿cómo insistir en delimitar algo tan sugestivo como el arte si la misma economía es un juego resbaloso de preceptos que se rompen y se arman como un cubo de Rubick? Intentemos algunas cosas: ¿Moderno o contemporáneo? ¿Es el resultado de un acto circunstancial? ¿Es la mirada de un crítico o de un realizador?
PRL: Si mis cuadros son arte no pueden ser otra cosa que arte contemporáneo. La modernidad es otra cosa a la que a veces le tomo miedo. Yo creo en estos trabajos como una expresión artística de comunicación social, determinados por la crítica política y la reflexión histórica. Si valoramos el modernismo encontramos que lo trascendental es el cese de la preocupación mimética como centro neurálgico de la creación artística, no hay más exigencia de la exactitud en la factura, la mimesis toma un rol secundario y la renovación pictórica se hace el objetivo de la labor artística. En mi opinión, mis trabajos son de hoy, son contemporáneos, son postmodernos, y lo primero que distingue el arte de hoy es la liberación de las normas artísticas, tanto de las academias como de los ismos, se hace arte o no arte.
Tu segunda pregunta la contesto con una frase, creo que esta incursión plástica será para mí una forma de expresión permanente, aunque no exclusiva. Y finalmente, esta muestra evidencia que hoy no es posible enfrentar una obra de arte como un objeto absolutamente autónomo que debe apreciarse por su valor intrínsico según lo percibe el ojo, sin importar lo entrenada que pueda ser esta visualización. Quien observe estos cuadros y detenga su percepción en lo sensorial sin recurrir al intelecto, pierde casi todo el significado de las mismas. Aquí no puede haber contemplación inteligente sin reflexión reposada.
LGR: Eres una persona con un activismo político conocido, pero, como mismo sucede en esta exposición, no hay parámetros clásicos para tu activismo político, es decir, partes, como en la exposición, de varios lenguajes, de varios reflexiones. ¿Quiere eso decir que las fotos que reinterpretas en tus cuadros persiguen una referencia política sobre la realidad cubana que escapa de las formas conocidas de plantearse esa realidad?
PRL: La inclusión de las obras pictóricas ya referidas, ya sean mías o de maestros de la plástica cubana, tiene la intención de contextualizar el hecho histórico dentro del acontecer cultural nacional sin que prime, aunque exista, una intención decorativa o estética. El contenido estético está en la selección de la foto que refleja el hecho trascendente y a este parecer estético le acompaña un parecer ideológico, ¿qué está?, ¿qué no está?, ¿qué foto y por qué? Estas son todas cargas conceptuales del autor que intento resolver de la manera más neutral posible.
Tomemos un ejemplo para demostrar la intención, el proceso de selección y la carga de ideas y emociones. Si hay unas características especiales que distinguen los últimos 50 ó 60 años en la vida cubana son la confrontación, la crispación, el conflicto, los odios y la intolerancia. Nuestro mal mayor es la iracundia intolerante entre las visiones enfrentadas, una forma de actuar y de pensar que tiende a convertirse en un mal endémico e incurable de nuestra nacionalidad. De ahí que tratar de imponer o auspiciar criterios desde la autoridad del realizador me resulta una actitud poco apreciable.
LGR: Partiendo de esa militancia, ¿tu exposición se puede definir como “política”, o por el contrario, la política es un panorama que flota sobre toda la obra pero no es la obra en sí?
PRL: Es un intento de recuperación desinhibida de la historia, sin planteamientos de tipo absoluto. Se trata de informar, de hacer propuestas y de invitar a la reflexión, el diálogo y el debate de los hechos trascendentes sin exigir apego absoluto a verdades o fundamentalismos de una u otra postura ideológica. En los cuadros se transforman y combinan referencias y citas de obras de la plástica cubana del siglo XX con aproximaciones a fotografías de hechos trascendentes, que tuvieron lugar en los 75 años que transcurrieron desde la revolución del 1933 y la elección de Grau San Martín en 1944 y la elección en 1948 de Carlos Prío Socarrás como presidentes de Cuba, hasta la fecha de esta exposición, en enero/febrero de 2008.
Intento narrar nuestra realidad en un lenguaje plástico que reconozco a veces se aproxima al afiche o al cartel y aun en otras ocasiones puede mostrar vestigios de collage. No solo trabajo los hechos trascendentes del período sino que también intento plasmar las ideas, de estos años, sin dudas los más traumáticos y de mayor impronta en la historia de Cuba. Pero a pesar de que la serie es fundamentalmente política e histórica, trato de que en su superficie no tenga la tónica de arte comprometido o panfleto de propaganda. Pienso que es un trabajo de apariencia neutra que invita a la reflexión y el debate sobre cada uno de los hechos escogidos para representar. Como autor informo y presento el hecho sin incluirle una carga editorial en la visualidad de las obras. Descifrarlas e interpretarlas es responsabilidad del espectador, que puede aceptar el reto intelectual o preferir, dicho en lenguaje del dominó, pasar con ficha.
LGR: Invitas, pero ¿desde fuera? O te implicas desde otro orden, digamos que te preocupa más la interpretación del hecho político desde la política del individuo, desde las perspectivas de tu formación. ¿No puedes correr el peligro de personalizar los hechos, identificarlos a través de un protagonista y no del suceso en sí?
PRL: Mi instrucción universitaria fue originalmente en temas de historia y ciencias sociales, tengo una licenciatura en historia y una maestría en asuntos latinoamericanos, con énfasis en historia de Cuba. Finalmente me doctoré en derecho. Esto crea en mí una visión muy específica de la historia y me hace recurrir en estos trabajos a mi entendimiento de la historia como resultado de la acción de individuos o seres extraordinarios, lo que los filósofos de la historia denominan la “teoría del héroe”. Yo creo en ello, creo que el individuo de condiciones personales extraordinarias es el propulsor, para bien o para mal, de las ocurrencias históricas trascendentales. Más que las condiciones sociales objetivas o subjetivas, entiendo que es ese hombre extraordinario quien crea o manipula las condiciones reales para hacerlas apropiadas a sus designios o intenciones. Sin dudas Cuba es el mayor ejemplo de ello.
Por otra parte, está la formación jurídica, donde el basamento filosófico del derecho es la responsabilidad absoluta del individuo por sus acciones, sin poderse escudar en comportamientos colectivos, lo que viene a fortalecer esa visión histórica. De ahí esta dependencia que encuentras en mis cuadros, donde las figuras protagonistas de cada evento se utilizan para representar el hecho trascendental. Probablemente dentro de todos los trabajos que componen la serie histórica, en los únicos donde el colectivo es el protagonista vital, es en aquellos que memorizan los hechos de la embajada del Perú/Mariel y el Maleconazo de 1994. En ambas ocasiones fueron verdaderas “pobladas”, en lenguaje de Juan Bosch, donde el protagonista fue el colectivo social sin que apareciese ningún “hombre extraordinario” dirigiendo los hechos.
LGR: Hay un protagonista indiscutible que rige todo lo que circunda e incumbe esta exposición: Cuba. Por encima de ti como artista, de Martí como leit motiv y de la historia cubana como referencia, está la nación a la que perteneces. ¿Puedes defender a partir de tu trabajo plástico una neutralidad ex-profeso o hay al final la argumentación de una posición política?
PRL: Mira, en esos 75 años de historia de Cuba que cubren mis trabajos han sobrado los mensajes, las declaraciones, adhesiones y tomas de partido. Todo eso ha dado lugar, sobre todo en los últimos 50 años, a odios encarnados, intolerancias y extremos iracundos. No creo que en nada contribuya al futuro cubano como nación continuar insistiendo en lo que nos separa y aleja. Esto no significa que personalmente esté en un terreno de neutralidad política, no lo estoy. Salí de Cuba muy joven como exiliado, no como inmigrante; salí por razones políticas, con 15 años de edad. Yo he sido y soy un hombre de la oposición, muy clara y definida, al gobierno cubano, pero me resisto a utilizar estos trabajos como panfleto político. Los trabajos son y están para invitar a la reflexión sobre los 75 años más traumáticos de la historia de Cuba, sin que como realizador tenga que impulsar otro mensaje que no sea la libertad de conciencia, de interpretación y de partido de cada cual, reconociendo que la nación es de todos y no predio de ningún sector, grupo o bandería. Cuba es de todos y para el bien de todos, ese es el único mensaje que quisiera transmitir. Cubanos de diferentes ideas, de diferentes concepciones y de diferentes filiaciones, entendiendo que pensar y actuar diferente no es razón de exclusión ni de odios y rencores insalvables.
Por Luis G. Ruisánchez
Ciento cincuenta y cinco años después el mundo ha cambiado. Es como si aquellas trasformaciones geomorfológicas que sucedieron en la prehistoria, reconvirtiendo continentes, transformando islas en penínsulas, desapareciendo territorios, inventando mares y océanos, se hubieran repetido en solo siglo y medio. Pero aquella revolución inicial, ahora se transmuta a la conciencia de la humanidad, a la geopolítica, a la experiencia de vivir, taumaturga e inverosímil, de las últimas generaciones.
Ha sido un tiempo difícil del que solo se han salvado las grandes experiencias. José Martí es una de ellas.
Lo que Pedro Ramón López logra es justamente hacer confluir en 55 piezas la presencia martiana con el transcurso vertiginoso de la historia de Cuba. Es el antecedente ineludible de la herencia de José Martí en cada instante trascendental de la historia cubana, a la vez que lo coloca bajo las apariencias más insólitas asociadas a la otra historia, la universal, desde El Greco hasta Andy Warhol, asumiendo los riesgos de dinamitar las convenciones, la mirada santurrona que suele echarse sobre los próceres, la acepción usual que canoniza a los héroes.
No deja de ser un riesgo que López ha asumido con la insolencia dócil que lo caracteriza. De hecho, las 55 obras desbordan el marco usual de las vanguardias, los ismos y las etiquetas actuales, los preceptos académicos y los más atrevidos, para sumarse al lenguaje contemporáneo de las comunicaciones, una contaminación de modos y formas en las que se conjugan con éxito los recursos del cartel, el pop-art, las obras maestras universales y las evocaciones de iconos de la pintura cubana del siglo XX, con las referencias del acontecer histórico, testimonial y literario a la vez.
¿Cuántas lecturas tiene esta exposición? Un viejo refrán asegura que “las cosas son del color del cristal con que se miran”. Basta una conversación con Pedro Ramón López para explicarnos, o confundir aún más, algunas cosas.
L. G. Ruisánchez: Hay dos vertientes muy definidas que hacen el todo, son como dos caminos que parte de un mismo eje central, que es José Martí, pero ambas a su vez, se identifican mutuamente y se diferencian. ¿Cuál es, estructuralmente, tu propuesta?
Pedro Ramón López: Esta exposición, realizada toda en pastel sobre papel y cartulina, conmemora, con dos series notablemente diferentes, el 55 aniversario del natalicio de José Martí. La primera es “Martí personalísimo”, en la que asumo la figura de Martí en un estilo mío, muy libre a veces, otras al estilo de maestros consagrados del arte universal y cubano. Martí se introduce en los contextos pictóricos de El Greco, Picasso, Schiele, Ensor, Van Gogh, Dix, Botero, Warhol, Lichtestein, Carreño, Amelia, Mijares, Portocarrero y Lam, entre otros. Y en actitudes que van desde las más hieráticas y solemnes, hasta las más pícaras y juguetonas. Es ese Martí muy conocido por unos y olvidado por otros, que plantea sin matices “una Cuba con todos y para el bien de todos”.
LGR: Pero hay detrás de cada intención estilística una carga conceptual.
PRL: Aquí la carga conceptual está en la serie en sí más que en la recreación de cada pieza. Es un Martí que representa la diversidad dentro de la universalidad, por eso las apropiaciones pictóricas no se limitan al arte cubano o latinoamericano, sino que se expanden para incidir en lo universal. Me gusta pensar que esta serie está dentro de la idea que Martí definió como “arte personalísimo”, concepto que argumentó al decir: “El arte no puede, lo afirmo en términos absolutos, ser realista. Pierde lo bello: lo personal. Queda obligado a lo imitativo: lo reflejado. De aquí dos clases de arte, que ninguna estética separe, y que no deben andar unidos, porque aunque deben unirse en el medio, no provienen del mismo origen, ni tienen el mismo objeto: Artes pláticas que reproducen. Artes personalísimas que crean”.
LGR: Si esta primera serie tiene su carga conceptual en el todo, ¿es la segunda serie lo contrario?
PRL: La segunda la titulo “Cuba y Martí: en el ojo del huracán”, en ella echo mano al Apóstol para recorrer la historia de Cuba. Martí nace en 1853 y ya desde muy temprana edad se hace referencia obligada en todo el acontecer cubano. Primero es referente en vida y después de su muerte se convierte en la figura omnipresente en el acontecer republicano. En los albores de los años 20 del siglo pasado ya se enarbola su presencia en la política cotidiana de la nación, y así sigue sucediendo en todo ese siglo y llega al XXI.
La idea de este trabajo se inicia con lo que iba a ser solo un tríptico sobre una fecha memorable en la historia cubana, que fue el golpe de estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952. Está basado en una foto testimonial donde aparece el general golpista con pistola a la cintura y una foto de Martí al fondo; la segunda foto es de Fidel Castro y sus compañeros atacantes al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, cuando los militares presentan a la prensa a Fidel y los demás sobrevivientes y prisioneros, con la foto de Martí también al fondo. Una tercera foto tiene al líder estudiantil José Antonio Echeverría en la Universidad de La Habana, días antes del ataque al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1955, con una escultura de José Martí como fondo.
Esta tres fotos se relacionaron con la de un grupo de cubano comunes que en mayo de 2007 redactaron y circularon la “Carta de Santo Domingo”, que hacía referencia a una serie de derechos cotidianos obnubilados en Cuba y que se fundamenta y concluye en el precepto martiano de “una Cuba con todos y para el bien de todos”. Como ves, la presencia martiana no se reduce a la foto testimonial de una época, sino que se convierte en una presencia reiterada. Es la clave que dio origen a toda la serie. Partí de la aproximación a una foto testimonial del hecho para reconcebirla plásticamente con una misma técnica y en una gama de colores grises y planos, sustentada en un soporte colorido en referencia a obras características de los maestros de la pintura cubana en el período de 1933 a 2008. El resultado es 75 años de historia cubana en 55 cuadros.
LGR: Hay una fuerte carga histórica en toda la exposición, ¿su contemplación exige una referencia teórica o es suficiente asumirla como forma estética?
PRL: Con el arte moderno y el postmodernismo, el debate entre la forma y el contenido como esencia y razón de la factura y la creación artística, ha terminado. Por fortuna, hoy no hay una cualidad determinante en el juicio crítico que separe forma y contenido, todo depende de la preferencia del realizador como razón de su trabajo y medio de comunicación. El siglo pasado se caracterizó por un arte abundantemente político que mostraba habitualmente un tono crítico. Esa característica ha desatado censuras y represalias. Estos trabajos, que no son claramente críticos y que aspiran a la neutralidad visual, probablemente no puedan ser expuestos en tranquilidad y sin ausencia de controversias en un ámbito donde prime lo cubano.
Yo creo que mi exposición precisa de cierto conocimiento de los temas cubanos en los últimos años para apreciarlos como lo que son: trabajos artísticos de comunicación política e histórica. El sociólogo francés Pierre Bordieu descubrió que la preferencia y la apreciación artística tienen un importante vínculo con la clase socio-económica y, sobre todo, con el acervo cultural del apreciante. La aceptación y apreciación de estos trabajos requieren de una aproximación cultural entre el realizador y el espectador. La apreciación artística precisa del conocimiento del contexto, de la cultura y, en este caso específico, de la historia, porque requiere un contacto intelectual con la idea y el concepto que genera el trabajo final.
LGR: Entonces, la exposición precisa de una presentación multilingüística. ¿Has convocado otros recursos que trascienden lo meramente expositivo y complementan el hecho visual?
PRL: La idea se complementa con los textos en prosa de Jose Marti que se incorporan a los hechos narrados, hay, además, una explicación textual de cada cuadro, un ciclo de conferencias dictadas durante la exposición y como parte de su concepción global, un catálogo amplio que recoge los cuadros, los textos, notas crítica y conferencias, y esta minuciosa entrevista que me realizas. Pero su verdadera esencia está en la interpretación que cada espectador hará de la exposición. Me permito aclarar que no intento presentar una colección martiana/histórica con la intención de imponer criterios o sesgar la reflexión sobre los hechos; por el contrario, trato de presentar un trabajo que por sí mismo pueda conducir a más de una interpretación posible.
LGR: Definamos algo, ¿arte conceptual?
PRL: Creo que mi trabajo cabe en el espacio artístico del conceptualismo y quizás, calificándolo más precisamente, en el conceptualismo crítico. En ambos es imprescindible tener en cuenta la idea que los fundamenta, así como seleccionar el tema, investigarlo, escoger el medio y presentarlo mediante un objeto o artefacto clásico: lienzo, papel, cartón, etc. Mis trabajos no encajan dentro del conceptualismo radical que intenta abolir el objeto o el medio de expresión para reducirlo todo a la idea detrás de la obra. En estos trabajos el protagonista es la idea y su presentación al público con soportes pictóricos y lingüísticos donde lo que prevalece es la comunicación de las ideas, más que el simple goce estético del objeto de arte, la reflexión intelectual más que el disfrute único de la forma y el color.
LGR: Visto así, se me antoja otra disyuntiva, ¿pintor o artista?
PRL: Eso definiría a la persona por la actividad que realiza y esa es una de las pocas cosas en que coindico con Carlos Marx y Federico Engels. En su Ideología alemana afirmaron que en la edad de la utopía, en ese momento post-histórico en el que ya han cesado los conflictos de clase, el ser humano no tendría que reducirse a una sola esfera de su vida activa. Parafraseándolos, se podría pescar en las mañanas, cazar en las tardes y hacer crítica de arte en las noches sin que eso convierta al individuo en pescador, cazador o crítico de arte. Cuando me hablan de artista u oigo hablar de una “obra de arte”, intuyo que esos términos han pasado a ser sinónimos de exquisitez personal y de “obra maestra”, dándole una connotación de esplendor que no siempre tienen el trabajo plástico o su realizador. Yo prefiero entender lo que hago como “trabajos de arte” aunque debo aceptar que en el significado semántico formal, hay muy pocas diferencias.
LGR: Pero tu vida se ha balanceado desde la actividad empresarial hasta la de comunicador. ¿Es que has buscado en varios lenguajes la consolidación de tus intereses o es que insistes en ese precepto marxista que me citas?
PRL: Creo que mi vida es todo eso, una multiplicidad de intereses, de oficios y aun de profesiones, lo que hace extremadamente difícil el encasillamiento ocupacional. Pinto sin que necesariamente me considere pintor y hago trabajos artísticos (creo) sin que eso me lleve a entenderme como artista. He realizado muchas labores, desde las más pedestres hasta algunas muy encumbradas socialmente, pero si lo que se busca es encontrar un hilo conductor de vida para identificarnos más fácilmente, podría contestarte, finalmente, que soy un comunicador. En Cuba, de niño, hice radio en el programa estudiantil del 26 de julio, en Estados Unidos hice radio y televisión y en República Dominicana he estado en la comunicación a través de los programas de TV Metrópolis y Mente Abierta. Además, he escrito ocasionalmente columnas de opinión en periódicos y revistas durante casi cuarenta años. De ahí que esta incursión en la plástica como medio de expresión sea solo una nueva experiencia comunicacional dentro de la órbita de mis intereses fundamentales, que son la historia, la política, la plástica y la literatura; de todo eso me valgo y es exactamente lo que presento en esta exhibición:
LGR: Frente a tu exposición, las alternativas se entrelazan y dan origen a otras. No hay casilla que etiquete el todo que pretendes y eso me gusta en la medida en que creo en un arte que trasciende las formas y los conceptos, y mucho más las etiquetas. Bajo las reglas de un mundo que va perdiendo más fronteras cada día, ¿cómo insistir en delimitar algo tan sugestivo como el arte si la misma economía es un juego resbaloso de preceptos que se rompen y se arman como un cubo de Rubick? Intentemos algunas cosas: ¿Moderno o contemporáneo? ¿Es el resultado de un acto circunstancial? ¿Es la mirada de un crítico o de un realizador?
PRL: Si mis cuadros son arte no pueden ser otra cosa que arte contemporáneo. La modernidad es otra cosa a la que a veces le tomo miedo. Yo creo en estos trabajos como una expresión artística de comunicación social, determinados por la crítica política y la reflexión histórica. Si valoramos el modernismo encontramos que lo trascendental es el cese de la preocupación mimética como centro neurálgico de la creación artística, no hay más exigencia de la exactitud en la factura, la mimesis toma un rol secundario y la renovación pictórica se hace el objetivo de la labor artística. En mi opinión, mis trabajos son de hoy, son contemporáneos, son postmodernos, y lo primero que distingue el arte de hoy es la liberación de las normas artísticas, tanto de las academias como de los ismos, se hace arte o no arte.
Tu segunda pregunta la contesto con una frase, creo que esta incursión plástica será para mí una forma de expresión permanente, aunque no exclusiva. Y finalmente, esta muestra evidencia que hoy no es posible enfrentar una obra de arte como un objeto absolutamente autónomo que debe apreciarse por su valor intrínsico según lo percibe el ojo, sin importar lo entrenada que pueda ser esta visualización. Quien observe estos cuadros y detenga su percepción en lo sensorial sin recurrir al intelecto, pierde casi todo el significado de las mismas. Aquí no puede haber contemplación inteligente sin reflexión reposada.
LGR: Eres una persona con un activismo político conocido, pero, como mismo sucede en esta exposición, no hay parámetros clásicos para tu activismo político, es decir, partes, como en la exposición, de varios lenguajes, de varios reflexiones. ¿Quiere eso decir que las fotos que reinterpretas en tus cuadros persiguen una referencia política sobre la realidad cubana que escapa de las formas conocidas de plantearse esa realidad?
PRL: La inclusión de las obras pictóricas ya referidas, ya sean mías o de maestros de la plástica cubana, tiene la intención de contextualizar el hecho histórico dentro del acontecer cultural nacional sin que prime, aunque exista, una intención decorativa o estética. El contenido estético está en la selección de la foto que refleja el hecho trascendente y a este parecer estético le acompaña un parecer ideológico, ¿qué está?, ¿qué no está?, ¿qué foto y por qué? Estas son todas cargas conceptuales del autor que intento resolver de la manera más neutral posible.
Tomemos un ejemplo para demostrar la intención, el proceso de selección y la carga de ideas y emociones. Si hay unas características especiales que distinguen los últimos 50 ó 60 años en la vida cubana son la confrontación, la crispación, el conflicto, los odios y la intolerancia. Nuestro mal mayor es la iracundia intolerante entre las visiones enfrentadas, una forma de actuar y de pensar que tiende a convertirse en un mal endémico e incurable de nuestra nacionalidad. De ahí que tratar de imponer o auspiciar criterios desde la autoridad del realizador me resulta una actitud poco apreciable.
LGR: Partiendo de esa militancia, ¿tu exposición se puede definir como “política”, o por el contrario, la política es un panorama que flota sobre toda la obra pero no es la obra en sí?
PRL: Es un intento de recuperación desinhibida de la historia, sin planteamientos de tipo absoluto. Se trata de informar, de hacer propuestas y de invitar a la reflexión, el diálogo y el debate de los hechos trascendentes sin exigir apego absoluto a verdades o fundamentalismos de una u otra postura ideológica. En los cuadros se transforman y combinan referencias y citas de obras de la plástica cubana del siglo XX con aproximaciones a fotografías de hechos trascendentes, que tuvieron lugar en los 75 años que transcurrieron desde la revolución del 1933 y la elección de Grau San Martín en 1944 y la elección en 1948 de Carlos Prío Socarrás como presidentes de Cuba, hasta la fecha de esta exposición, en enero/febrero de 2008.
Intento narrar nuestra realidad en un lenguaje plástico que reconozco a veces se aproxima al afiche o al cartel y aun en otras ocasiones puede mostrar vestigios de collage. No solo trabajo los hechos trascendentes del período sino que también intento plasmar las ideas, de estos años, sin dudas los más traumáticos y de mayor impronta en la historia de Cuba. Pero a pesar de que la serie es fundamentalmente política e histórica, trato de que en su superficie no tenga la tónica de arte comprometido o panfleto de propaganda. Pienso que es un trabajo de apariencia neutra que invita a la reflexión y el debate sobre cada uno de los hechos escogidos para representar. Como autor informo y presento el hecho sin incluirle una carga editorial en la visualidad de las obras. Descifrarlas e interpretarlas es responsabilidad del espectador, que puede aceptar el reto intelectual o preferir, dicho en lenguaje del dominó, pasar con ficha.
LGR: Invitas, pero ¿desde fuera? O te implicas desde otro orden, digamos que te preocupa más la interpretación del hecho político desde la política del individuo, desde las perspectivas de tu formación. ¿No puedes correr el peligro de personalizar los hechos, identificarlos a través de un protagonista y no del suceso en sí?
PRL: Mi instrucción universitaria fue originalmente en temas de historia y ciencias sociales, tengo una licenciatura en historia y una maestría en asuntos latinoamericanos, con énfasis en historia de Cuba. Finalmente me doctoré en derecho. Esto crea en mí una visión muy específica de la historia y me hace recurrir en estos trabajos a mi entendimiento de la historia como resultado de la acción de individuos o seres extraordinarios, lo que los filósofos de la historia denominan la “teoría del héroe”. Yo creo en ello, creo que el individuo de condiciones personales extraordinarias es el propulsor, para bien o para mal, de las ocurrencias históricas trascendentales. Más que las condiciones sociales objetivas o subjetivas, entiendo que es ese hombre extraordinario quien crea o manipula las condiciones reales para hacerlas apropiadas a sus designios o intenciones. Sin dudas Cuba es el mayor ejemplo de ello.
Por otra parte, está la formación jurídica, donde el basamento filosófico del derecho es la responsabilidad absoluta del individuo por sus acciones, sin poderse escudar en comportamientos colectivos, lo que viene a fortalecer esa visión histórica. De ahí esta dependencia que encuentras en mis cuadros, donde las figuras protagonistas de cada evento se utilizan para representar el hecho trascendental. Probablemente dentro de todos los trabajos que componen la serie histórica, en los únicos donde el colectivo es el protagonista vital, es en aquellos que memorizan los hechos de la embajada del Perú/Mariel y el Maleconazo de 1994. En ambas ocasiones fueron verdaderas “pobladas”, en lenguaje de Juan Bosch, donde el protagonista fue el colectivo social sin que apareciese ningún “hombre extraordinario” dirigiendo los hechos.
LGR: Hay un protagonista indiscutible que rige todo lo que circunda e incumbe esta exposición: Cuba. Por encima de ti como artista, de Martí como leit motiv y de la historia cubana como referencia, está la nación a la que perteneces. ¿Puedes defender a partir de tu trabajo plástico una neutralidad ex-profeso o hay al final la argumentación de una posición política?
PRL: Mira, en esos 75 años de historia de Cuba que cubren mis trabajos han sobrado los mensajes, las declaraciones, adhesiones y tomas de partido. Todo eso ha dado lugar, sobre todo en los últimos 50 años, a odios encarnados, intolerancias y extremos iracundos. No creo que en nada contribuya al futuro cubano como nación continuar insistiendo en lo que nos separa y aleja. Esto no significa que personalmente esté en un terreno de neutralidad política, no lo estoy. Salí de Cuba muy joven como exiliado, no como inmigrante; salí por razones políticas, con 15 años de edad. Yo he sido y soy un hombre de la oposición, muy clara y definida, al gobierno cubano, pero me resisto a utilizar estos trabajos como panfleto político. Los trabajos son y están para invitar a la reflexión sobre los 75 años más traumáticos de la historia de Cuba, sin que como realizador tenga que impulsar otro mensaje que no sea la libertad de conciencia, de interpretación y de partido de cada cual, reconociendo que la nación es de todos y no predio de ningún sector, grupo o bandería. Cuba es de todos y para el bien de todos, ese es el único mensaje que quisiera transmitir. Cubanos de diferentes ideas, de diferentes concepciones y de diferentes filiaciones, entendiendo que pensar y actuar diferente no es razón de exclusión ni de odios y rencores insalvables.
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